21 de diciembre de 2006

Asalto y tiroteo

El martes pasado, a eso del mediodía, una amiga llegó de la calle visiblemente alterada. Había salido a hacer unos trámites y cuando volvía en un taxi, presenció un hecho de violencia cuando circulaba por el barrio de once.
Parece que unas personas saliendo de un negocio, según nos dijo podría ser una zapatería, empezaron a batirse a tiros con la policía que estaba apostada esperándolos. Desde el taxi vio como un policía caía herido y uno de los supuestos ladrones también. Desde su celular, llamó al número de emergencias para avisar del tiroteo y de los heridos. Al llegar a la oficina, nos detalló con lujos todo lo que habían visto. Luego cuando recuperó el aliento y todos volvimos al ritmo de trabajo habitual, cada uno (de esto nos enteramos después) abrió las páginas web de los principales diarios y agencias de noticias para ver la primicia reflejada, pero no tuvimos éxito. Supusimos que la gravedad no había sido tan grande como para merecer la difusión pública.
Yo me había quedado con la intriga, así que como a la tarde debía pasar por la zona, me propuse averiguar un poco.
Cuando pasé por donde ella había descrito, según mis cálculos, donde debía haber una zapatería, había un maxikiosco. Puedo estar equivocado, pensé. Había un lustrador de zapatos apostado a pocos metros, así que le pregunté por la cuestión. Me miró muy extrañado,
- acá no pasó nada así últimamente. ¿Quién le dijo eso?
- habrá sido en alguna otra cuadra? - dije.
- no, le aseguro que no. – me retrucó. – yo me entero de todo lo que pasa por acá. – completó.
Quedé pensativo, cuestionando la precisión del reporte de mi amiga, pero profundamente extrañado.
Me iba cabizbajo y meditabundo hacia la parada del 132, cuando el vendedor del puesto de flores de la esquina, que había escuchado la charla, me chistó disimuladamente y me indicó que me acercara. “lo que usted cuenta ocurrió acá, cuando estaba la zapatería, pero hace mucho tiempo. Justamente hoy hace 9 años de ese suceso que salió en todos los diarios” me dijo. “Yo tengo el puesto acá desde hace 15, así que lo recuerdo perfectamente”. Tratando de disimular mi estupor, y conteniendo la carcajada, me disculpé con la urgencia de la llegada del colectivo y me escapé de ahí.
Hoy, molesto por la curiosidad que me había despertado el tema, me puse a buscar en los archivos de los diarios. Grande fue mi sorpresa. (ver link)
Por supuesto, a mi amiga no le dije nada. Desde ahora voy a prestarle más atención, estoy convencido de que vale la pena.

2 comentarios:

Andrea Felsenthal dijo...

Cuando hace algunos años tuve que hacer uno de esos trámites engorrosos para la facultad, que se parecían más a un tour administrativo que a un pasaje hacia la legalidad,me sucedió algo extraño. Por entonces yo trabajaba como docente de literatura y mis tiempos eran breves y más breves aún tratándose de las colas, los sellos,las equivocaciones y el mal humor estructural de anquilosados empleados públicos. Mi madre vino en mi ayuda y sacrificó parte de sus también breves tiempos en las colas de uriburu bla bla bla. Cuando pudo hacer sella todo lo que requería sello, me acercó los papeles y yo fui a la facultad a terminar el bendito tramiterío.
Llegué a la ventanilla de alumnos y declaré solemnemente que venía POR FIN a hacer el trámite aquel (sería el de la libreta definitiva??)"¿DNI?" preguntó la señorita. "bla bla bla" dije yo. Frente a la pantalla del ordenador la señorita se quedó perpleja. Me miró, la miré, miró el ordenador (yo no podía mirarlo)
"Pero usted ya hizo el trámite"
"No,yo no hice el trámite todavía"
"Sí Felsenthal, ya hizo el trámite"
"Que no, cómo voy a haber hecho el trámite si lo estoy haciendo ahora mismo"
La señora (tenía anillo, tal vez fuera de fantasía) revolvió en un fichero despintado y sacó un papel.
"A ver, Felsenthal, ¿esta es su firma?"
Miré, remiré, volví a mirar el papel, a la señora, mis nuevos papeles flamantes acabados de sellar. El calor me llegaba desde detrás de las orejas. Pues sí, era mi firma, esa que ya tenía el trámite hecho (y hacía bastante tiempo) era yo.
No sé en qué capa de mi memoria guardo ese hecho, sólo sé que yo no hice el trámite, yo no firmé aquel papel, yo no padecía las largas colas que padeció mi madre. Pero el trámite... el trámite estaba hecho.
No le dije nada a mi madre porque se pondría a rezongar pero la invité a almorzar, sin razón, porque te quiero mucho, le dije.
Hace unos años, después de jurar y enmarcar el título, se lo confesé.
Mamá, le dije, te acordás de aquel trámite que me hiciste para la facultad, aquel de las colas larguísimas bajo el sol de las 2 de la tarde? Bueno, pues el trámite ya estaba hecho...
Esperé el reproche. Nada
¿Qué trámite, hija?, preguntó.
Yo no te hice ningún trámite...
En ese momento llegó el mozo con el vino espumante para brindar por mi título.
El ruido de las copas al chocar, desde entonces, me recuerdan algo parecido al descocierto.

Anónimo dijo...

Mira vos lo que me vengo a acordar con el tema de la direccion. Esto me paso en un verano que pasaba en Bs As, siendo estudiante, aprovechaba las vacaciones para hacer unos mangos laburando de cadete para un estudio. Resulta que me mandaron a la calle Yanyores. Desde ya que fue la palabra mas rara que habia escuchado hasta ese momento de mi vida, sobre todo cuando mi forma de auyentar mosquitos, para decir algo, era gritar: juira mosco de ahi (sin acento no). Desde ya que di miles de vueltas y pregunte a todos y nadie conocia ese nombre del demonio. En fin, le dieron el encargo a otro cadete.
mucho tiempo despues, cuando me di cuenta como se escribia y como se pronunciaba, nadie entendia mis risas al darme cuenta realmente el nombre de la cale en cuestion. Lo pario!!!, como pasa el tiempo cuando uno lo disfruta!!.