31 de julio de 2006

Sábado 29

La vida no es sino una continua sucesión de oportunidades para sobrevivir.
Gabriel García Márquez


Esta mañana cuando me puse el reloj después de afeitarme, marcaba las 9:12 hs. del día 29. Me sorprendí, porque pensaba que era más tarde. Era sábado, le puse comida al gato y con tranquilidad empecé a hacer algunas tareas domésticas que tenía pendientes: cambiar algunas lamparitas, limpiar la parrilla del asado de ayer, juntar del tender las camisas que había lavado, y otras cosas por el estilo.
Como dos horas más tarde, muerto de sueño, miro el reloj y para mi gran sorpresa, marcaba las 6:45 del día 29. Dije, “Uy, se rompió”. Bostezando a más no poder, descubrí las camisas que acababa de juntar, totalmente mojadas. Prendo la luz, porque todo estaba más oscuro, pero la lámpara que acababa de cambiar, estaba quemada. Me acerco a la parrilla, y veo que había algunas brasas encendidas. El gato maullaba de hambre y su tazón estaba vacío. De golpe se encendió la luz de afuera, que se maneja con una fotocélula. Estaba realmente cada vez más oscuro todo. Muerto de sueño, la tentación de acostarme era cada vez más grande, pero algo me lo impedía. Volví a mirar el reloj, ahora decía 5:30 del día 29. Me toqué la cara, y tenía la barba crecida. Ya seguro de lo que estaba pasando, me acerqué a la ventana donde a eso de las 5 siempre se posa una paloma que me molesta con su arrullo. Si llegaba a aparecer, alguna medida iba a tener que tomar. Al rato, como era previsible, apareció y empezó con su molesto arrullo. Volví a mirar el reloj. Marcaba las 5:00, del día 29.
Entonces bajé, tomé un martillo, me saqué el reloj y lo hice pedazos.
La paloma se voló. El gato estaba comiendo de su tazón lleno. De a poco comenzaba a clarear. Las camisas se habían secado y las brasas estaban todas reducidas a cenizas.
Hacía rato que no veía amanecer. Me preparé unos mates, y me puse a mirar el horizonte. Siempre me gustaron los amaneceres. Pero soy muy perezoso. Por suerte hoy 29, se me rompió el reloj justo a tiempo para poder disfrutarlo.
Lo único que me molestó era que me tenía que volver a afeitar.

21 de julio de 2006

Buscando una salida

Puertas, pasillos y más puertas.





Fotos tomadas por mi en ruinas Jesuíticas en Ascochinga, Córdoba
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19 de julio de 2006

Niebla en Buenos Aires *

Siempre he sentido que hay algo en Buenos Aires que me gusta.
Me gusta tanto que no me gusta que le guste a otras personas.
Es un amor así, celoso.
Jorge Luis Borges

Buenos Aires monarca en desventura
de un plata opaco, sucio y devaluado,
tu gente va en camino taciturna
a su eterno cadalso rutinario.

Amalgama de vidas sin sentido
esperando un escape saludable.
Anhelando un pasado idealizado,
augurando un futuro impracticable.

La constante eficiencia reclamante
adormece con ritmo monocorde
al espíritu pujante que ya fue.

Esta humedad que aplaca los sentidos
hiriendo penetrante hasta los huesos,
disimula las lágrimas que caen.

(*) Soneto desestructurado

7 de julio de 2006

Vuelta por el universo


Salió apurado y agarró la última moneda de un peso que quedaba en la cajita verde de lata. La cajita quedó vacía. Alcanzó a subir al interno 314 de la línea 59 que lo llevaba hasta la estación. “80 por favor” dijo, y depositó la moneda en la ranura de la máquina expendedora. Terminada la última vuelta del interno 314, el chofer fue a buscar la llave de la alcancía, y retiró la recaudación. Estaba contento, porque ese día le iban a pagar la quincena. Sabía que otra vez iba a recibir cientos de monedas, pero no le importaba. Las podía cambiar en el supermercado chino de la esquina de la terminal. Después de eso, iba a volver a su casa a ver al nene, que ya estaba de vacaciones. Agarró algunas monedas, para lo que necesitaba en la semana, y apartó una para dársela, como siempre. El nene la puso en una alcancía que le había regalado su abuela.
Luego de ocho años, el nene ya grande, rompió la alcancía y uso la moneda para pagar un paquete de cigarrillos en un kiosco de retiro.
El kiosquero cuando cerró, sacó el auto del estacionamiento, y como el flaco que cuidaba le había limpiado los vidrios, le dio la moneda.
El flaco de la cochera a las 2 de la mañana, cuando se fue el último auto, cerró y se guardó las propinas en el bolsillo de la campera. Se subió al 106, durmió todo el trayecto hasta Liniers. Cuando se bajó, una hora y media más tarde, pasó por San Cayetano a ver la cola de gente. Faltaba poco para el 7 y ya había un montón. Una nena se le acercó y le pidió una moneda. Se la dio. La nena siguió vagando entre la gente de la larga fila, pidiendo monedas. Pero nadie más le dio nada. Volvió con su mamá que estaba a un par de cuadras de la entrada, y le dio la moneda.
Luego de esperar mucho, la mamá esperanzada en busca de trabajo, dejó la moneda en una de las alcancías de la entrada del templo.

Cuando se fueron los devotos, las cámaras de TV, las radios, los que limpiaban, y los otros curas que ayudaban, el párroco recorrió las alcancías empotradas en la entrada del templo (no delegaba esta tarea). Sacó las pocas monedas que había. Le venían bien, porque al día siguiente viajaba y tenía muchos peajes a pagar. Sacó el auto temprano y tomó la autopista del oeste, en el primer peaje, pagó con la moneda.
En la cabina de peaje, el calor y la humedad eran insoportables. Ya faltaba una hora para el cambio de turno. La piba recordó que su mamá le había pedido que consiguiera monedas, agarró esa y otras nueve y dejó el billete de diez pesos de su madre. Al llegar a su casa, dejó la moneda junto con las otras, en la misma cajita verde de lata.

6 de julio de 2006

Evolución Felina

Sólo para presentarlo a Felipe...


Con apenas un par de meses, descubriendo el hábitat.











Ya mas crecido, con una de sus diversiones predilectas: Las bolsas.










Y por último, reclamando un lugar en el parque de juegos de Catalina.











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